RECONOCER A CRISTO: CAMINO, VERDAD Y VIDA

Jesucristo, Camino, Verdad y Vida | CristiaNotas

Estamos en la etapa cumbre de nuestro tiempo Pascual y la liturgia de la Palabra de Dios va entorno a la preparación ardua al gran acontecimiento que finaliza este tiempo pascual: La solemnidad de Pentecostés. Por eso, las palabras de Jesús a partir de esta etapa de la Pascua, va a estar relacionada con su último discurso, con su mensaje culminante, especialmente aquellas palabras que le dijo a los Apóstoles en la Última Cena, pero no en sentido de despedida, sino con miras a que preparemos nuestro corazón para recibir el fuego del Espíritu Santo y la gloriosa manifestación de la Iglesia. ¿Cómo prepararnos? La preparación auténtica consiste en reconocer a Jesucristo como Camino, Verdad y Vida en tres formas: Reconocerlo en la Iglesia, reconocerlo en el hermano y la más importante, reconocerlo en nuestro corazón.

Reconocerlo en la Iglesia.

Sabes por qué la Iglesia es católica, apostólica y romana?Desde que éramos niños y veíamos clases de religión o catequesis de iniciación cristiana, nos han enseñado que somos miembros importantes de un cuerpo, en el que Cristo es la cabeza. Reconocer a Cristo en la Iglesia no está sólo en rezar el credo en la misa o en decir “Somos católicos” cuando hermanos de grupos religiosos fuera de la nuestra Iglesia nos tocan la puerta para predicar, No, reconocer a Cristo en la Iglesia va más allá de signos externos. Ciertamente, la Iglesia, como Sacramento de Salvación, es un signo visible de una realidad invisible, pero la ausencia de aquello que es invisible lo hace nulo.
La Iglesia sin Cristo no es Iglesia, él es quien nos convoca, él es quien nos invita a su banquete, él es quien nos llama a peregrinar hacia el triunfo y a orar por aquellos que, aunque ya peregrinaron, no han llegado al triunfo definitivo. Reconocer a Cristo en la Iglesia es ver en cada miembro su rostro, la Iglesia no es una empresa de exclusividades. Si fuésemos conscientes del verdadero poder de la Iglesia todo sería distinto.
En la primera lectura vemos este poder: El servicio. La Diakonía no es otra cosa sino servir, obviamente no se ignora que también es el primer orden, una consagración con una misión específica como la tuvieron estos primeros siete diáconos, pero hay que proyectarse, en la actualidad, en donde critican a la Iglesia porque “excluyen” a las mujeres de la jerarquía de la Iglesia, hay que proyectarse a resolver grandes problemas que existen en la falta de servicio entre los miembros de la Iglesia. Nadie ha excluido a las mujeres de la Iglesia, ¿Cómo es que grandes mujeres como Santa Teresa de Calcuta no necesitaron ser de la jerarquía para ser grandes? ¿Qué hizo grande a Santa Teresa? Precisamente el Servicio.
Hermanos, reconocer a Cristo en la Iglesia es servirle, no para aspirar que el párroco me nombre su mano derecha, sino para ejercer el verdadero poder de la Iglesia, pues allí, mientras más alto sea el escalón en donde estoy, más debería ser el servicio. ¿Pena? Jesús le lavó los pies a los discípulos precisamente para enseñarnos a servir. La Iglesia ha pasado por muchas cosas, buenas y malas, pero nunca va a cambiar su verdadero poder. Hemos pasado de una Iglesia escondida por el miedo, a una Iglesia valiente por la gracia del Espíritu Santo que necesita de sus miembros SIRVAN en vez de ser servidos.

Reconocerlo en el hermano.

Padre Antonio Rivero: “Si no tengo caridad, nada soy, nada valgo ...El reconocer a Cristo en la Iglesia nos lleva a buscar la respuesta a la siguiente interrogante ¿quiénes son los demás miembros? O ¿quién es el otro?. El Papa Francisco en su mensaje de cuaresma de hace dos años dijo algo importante: El otro, también es un don. Hoy, Pedro en su carta nos dice algo importante: Somo linaje escogido, sacerdocio real. Pero, ¿Para qué hemos sido escogidos? ¿Para andar solos sin importarnos quien está sufriendo? Si somos una Nación Santa verdadera debemos comprender que no somos los únicos que vivimos en esta nación, porque el otro, también es un don.
En estos tiempos de crisis nos dimos cuenta que ni siquiera la economía es la piedra angular de este mundo. Hoy 2000 años después Cristo, quien ha sido rechazado por un mundo que decidió excluirlo de cualquier plan del género humano, nos ha hecho reflexionar y concientizar en que Él es la piedra angular, Él es quien nos sostiene, sin embargo, es necesario que asimilemos que la base existe para que las piedras que hacen las paredes de la casa estén unidas. En estos tiempos de cuarentena, a pesar de que estemos aislados, necesitamos espiritualmente y con nuestra caridad auténtica, estar unidos con nuestro hermano, sosteniéndolo de manera que esa piedra que es mi hermano no se salga de la base y siga siendo miembro importante de esta casa.
Hoy en el salmo repetíamos o mejor dicho, invocábamos la misericordia de Dios como lo esperamos de él, ¿Cuántos en estos fuertes momentos no están esperando misericordia? Nos dimos cuenta de nuestra fragilidad, pero también nos dimos cuenta que no somos islas, necesitamos de los demás así como ellos necesitan de nosotros. Misericordia sí, el mundo necesita misericordia, a lo mejor tu vecino, o tu familiar también la necesita.

Reconocerlo en mi corazón

Saludar a los musulmanes | EL CORREO del GOLFODe nada sirve realizar los pasos anteriormente mencionados si mi corazón está vacío. El Evangelio de hoy nos enseña quién es el camino, la verdad y la vida, y reconocer esto suele ser difícil, como dice aquel antiguo principio ontológico “nadie da lo que no tiene”, no puedo reconocer a Cristo en la Iglesia o en el hermano si aún no lo he reconocido en mi corazón. Felipe nos representa a muchos que en algún momento hemos hecho la misma petición: “muéstranos al padre y eso nos basta”, a lo mejor no con las mismas palabras, pero sí con estas u otras similares: “Señor, ven a salvarnos” “Señor, ven con nosotros en estos momentos” o también en interrogantes causadas por el desespero y la misma duda que siempre acompaña al ser humano: “Si Dios existe, ¿por qué hay pandemias?
Felipe le hace una petición a Jesús que representaba la muerte, pues, para los judíos, quien veía el rostro de Dios se moría. Jesús nos vino a mostrar una nueva forma de ver al Padre, se revela y confiesa la razón de su existencia: el Padre y Él están unidos para llevarnos a la felicidad, él es el camino, la verdad y la vida, en una frase: Él es la felicidad plena.
Hermanos, el camino no es el desespero, ni el encierro en sí mismo, el camino no es escuchar a los presidentes más poderosos del mundo y su opinión respecto al virus. El camino es Jesucristo. En medio de las dudas que hay en tu corazón, de la tristeza por todo lo que está pasando, en medio de los daños emocionales, económicos, sociales que ha causado esta pandemia, Cristo viene a consolarte, a darte una nueva forma de vivir pero sobre todo a abrazarte y a decirte, cree en mí, yo soy el camino, la verdad y la vida. Es lógico que te estés preguntando “¿Cómo sabremos el camino?” Jesús con su amor quiere guiarte hacia la felicidad. Sólo quiere una cosa: que lo reconozcas en tu corazón, que llenes tu corazón completamente de Él y que él sea quien te sostenga.
Para concluir esta reflexión, te invito a orar, a que permanezcas en Jesús por medio de la oración, que dejes sentir su consuelo, su abrazo y su amor infinito, pero sobre todo que él sea la piedra angular en tu vida, de manera que lo reconozcas en tu corazón, y así poderlo reconocer en el hermano y en la Iglesia. No nos desviemos, Él es el camino, Él es la felicidad.

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