MIÉRCOLES DE LA XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO



Lectura del santo evangelio según san Mateo 8, 28-34


En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos.

Desde los sepulcros dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino.

Y le dijeron a gritos:

«¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?».

A cierta distancia, una gran piara de cerdos estaba paciendo. Los demonios le rogaron:

«Si nos echas, mándanos a la piara».

Jesús les dijo:

«Id».

Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo al mar y murieron en las aguas.

Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados.

Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.


Palabra del Señor






REFLEXIÓN


El poder de Jesús nos aleja del mal


Ayer el Evangelio culminó con una pregunta “¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Mt 8, 27) hoy, la continuación se ubica en otro lugar, en la región de los gadarenos. Donde habían dos endemoniados, poseídos por unos demonios que en otros evangelios se hacen llamar “legión” es decir, eran muchos los que atormentaban a estos hombres. Pero Jesús no tenía nada que arreglar con esos demonios, su asunto era esos hombres y él los quería liberar. Él no pronuncia muchas palabras, pero la única que pronunció hacia los demonios bastó suficiente para que lo obedeciesen: “Id”. Con esto Jesús demuestra que no hay dos reyes, un rey del mal y otro del bien, sino que Dios es el único que tiene el poder en este mundo, y hasta los mismos demonios, ángeles caídos, le obedecen.

El problema del mal es una cuestión que ha sido debatida en toda la historia del pensamiento humano, y en este problema hay algo importante que vemos en el evangelio de hoy: el bien mayor, una premisa utilizada en la filosofía como antonomasia a aquello que el ser humano debe alcanzar como fin último. ¿Cómo se refleja esto en el Evangelio? Cristo, el Bien Supremo, elije al hombre para salvarlo del mal y esto nos lleva a comprender que el Bien Supremo es el que supera totalmente la maldad que el enemigo le ofrece al hombre, disfrazado de poder, placeres o riquezas. Jesús envía a los demonios a unos cerdos, un animal impuro para los judíos, y nos hace cuestionarnos: ¿Es más importante el hombre que cualquier cosa? Coincide esto con lo escrito en el Salmo 8 “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de Él?” Para Jesús, la salvación del ser humano, herido por tantos pecados, es la prioridad, por eso prefiere la libertad de estos dos hombres como bien mayor e incluso alivia a los mismos demonios de no ir al infierno donde los castigos son terribles según ellos mismos, ellos mismos reconocen el gran poder del Dios que los creó, algo así sucede con quienes rechazan a Dios, pues en lo más profundo del corazón, anhelan un encuentro definitivo con Él.

Sin embargo, mucha gente prefiere el “bien menor” por llamarlo de alguna manera, al gran poder de Jesús que nos aleja del mal así como liberó a aquellos hombres. Aquella gente, corrió a Jesús del lugar, no sólo por miedo, sino porque les acabó el negocio, prefirieron a aquellos cerdos porque era su negocio, que el bienestar y la libertad de estos hombres atormentados. Hoy el mundo es igual, aún en pandemia, la preocupación de los políticos es la economía y no el ser humano, hoy le defienden más los derechos a los mismos animales que a los pobres y a los marginados, a los que sufren, hoy exigen unos derechos algunas personas que no aceptan ser lo que son, pero no respetan el derecho a la vida de los niños que aún no han nacido, como diría el título de una canción compuesta por un seminarista venezolano: un mundo incoherente. Este es el mundo en el que vivimos: donde se prefiere el mal disfrazado con lo “fácil” y rechazamos el bien supremo que es Cristo, cuyo poder sana, levanta y libera.


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